El Rey, preocupado, ayer por el paro de los jóvenes y hoy por el accidente de su nieto (que le recordaba el disparo por su mano que acabó con la vida de su hermano en 1956), no pudo acompañar ni a la juventud en la angustia de su desempleo ni a su nieto en el dolor del hospital: es que estaba matando elefantes. La princesa Sofía se había interesado en 2009 por una elefanta, Susi, que, en el zoológico de Barcelona, parecía tener depresión. Ya lo decía Felipe González: prefiero morir de un navajazo en el metro de Nueva York que en un manicomio en Moscú. Y hoy lo dicen los elefantes: prefiero morir de tristeza en un zoológico catalán que de un disparo en la sien en una reserva de Botswana, ejecutado por una dinastía de gobernantes patéticos y con antecedentes familiares de robo (ya lo decía Talleyrand:…
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